Si quieres llegar hasta Dios, deja que Él vaya delante. Sabio es el consejo. También se dijo que a Dios no se llega caminando, sino volando. Hacen falta luces muy largas y apropiadas, y aceptar las inmensidades del Conocimiento, que no pueden reducirse al exclusivo parecer de los sentidos. La fe llega en nuestra ayuda, tanto para escuchar a Dios, como para sentirse un hombre verdaderamente libre, que sabe romper las ataduras de lo inmediato y lo sensible, para elevarse  una realidad completamente nueva. Dios hablar, para curarnos de nuestra sordera, por eso, las verdades de nuestra fe, no esclavizan ni encierran al hombre, sino que le abren puertas a nuevas y necesarias experiencias.
Si le buscas sinceramente, es que ya Dios te ha encontrado a ti. Así que trata de vivir, lo más cerca posible, de Aquél que camina a tu lado. El secreto está, más que empeñarse en tener un conocimiento exhaustivo y  completo de Dios, en dejarse envolver por el misterio. No como ámbito de oscuridad y claudicación del razonamiento y la inteligencia, sino en el convencimiento de que estamos ante una realidad nueva, objetiva y grande, inmensa, completamente diferente a todo lo que podamos sentir y pensar. Es un misterio, pero no de sombras y negruras, sino de un manantial tan intenso y abundante, que por más y más que nos acerquemos, siempre queda algo por conocer, algo por encontrar.
Luces  y razones de la inteligencia son necesarios y buenos compañeros para alcanzar el conocimiento de aquello a lo que se desea llegar, pero ni son los primeros ni importantes, de los instrumentos y caminos que se necesitan para alcanzar el conocimiento de Dios. Existe una lámpara, de calidad única, que ofrece la verdadera luz que se necesita. Lámpara es Tu Palabra para mis pasos y Luz para mi sendero, dice la Escritura en el Salmo 119, 105. Es  la llama inextingible de la fe. La aceptación y acatamiento de aquello que Dios ha dicho de Sí mismo, del hombre, de la existencia y de todo lo creado. Si quieres llegar a Dios, no te olvides de tener esta lámpara encendida siempre a tu lado.
 Entre el deseo de quien busca sinceramente a Dios y de esa permanente disposición a ser hallado por Él, se establece un permanente diálogo que será, al mismo tiempo, oración de súplica y respuesta a Dios. No busques más al que ya te ha encontrado, déjate guiar por Él.
(continuará)