La misión de la Virgen (II)
El mismo Cristo decía en Heede: “Se prepararán cosas
grandiosas, vengo pronto. Con un pequeño grupo de Elegidos, edificaré Mi Reino.
Este Reino, vendrá como un relámpago, repentinamente, y no seréis confundidos.
Yo recurro a mis Elegidos, que convergerán al mismo tiempo desde todas las
partes del mundo y me glorificarán. Bienaventurados los que están preparados y
me escuchan”.
Y María da instrucciones a sus hijos: “Lo que os pido,
es austero y exigente. Creed en el amor que tengo para vosotros. Para ganar a
batalla, debéis abrir  en grande vuestros
ojos sobre el mundo donde pulula el peligro. Debéis amar, orar y actuar, luchar
y morir con las armas en mano. Para progresar espiritualmente, debéis desterrar
de vuestros pensamientos todo sentimiento hostil, todo resentimiento. Hace
falta amar, el amor es el fruto perfecto del espíritu”. Para actuar en el
espíritu de amor, hace alta que Dios esté verdaderamente puesto en vuestras
conciencias, por eso no se puede alcanzar el amor sin Conocimiento. Amar, es
ante todo servir, sin esperar ni descanso ni recompensa, es manifestar una fe
indefectible, que da testimonio en permanencia, es cumplir con una misión
Marial y Crística, es conquistar el Conocimiento de las cosas de Dios para
trabajar mejor en Su Obra, y por consiguiente, es luchar, combatir,
transformarse y entregarse totalmente a la Voluntad Divina.

Ser Hijo de María, ser devoto de María, es tener
Conocimiento de Ella, de Su Reinado, de sus secretos y Arcanos, y sobre todo,
como lo revela Grignion de Montfort, es hacer todas las cosas por María, con
María, en María y para María. Esto conlleva una consagración particular a Jesús
y María, que se renueva cada año y que produce un avance espiritual increíble;
dice Montfort, que los siervos de María, tienen el camino más fácil, más cómodo
y más rápido, porque la Virgen
lo hace con ellos y sus méritos son infinitos.

(continuará)

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