2)        El castigo ineludible. Si el mundo sigue como está y no se convierte. “El
mundo no ha querido escuchar mi voz ni la de mi Hijo, por lo que la mano de
Dios ya golpea a la humanidad con tremendos castigos”. Estáis en las vísperas
de un cataclismo que alcanzará a la sociedad humana en general. Si Dios, en Su
fuerza y sabiduría no pondría término, la humanidad entera sería destruida por
las armas inventadas por los hombres.
Tremenda será la devastación de la Tierra, porque la humanidad
ensuciada por el lodo del pecado, ha perdido el camino de Dios. El momento en
que vais a vivir, será el más grave en la historia del mundo y de la Iglesia de Roma.
En Fátima, María le anunció a
Lucía que “u conflicto espantoso explotará en la segunda mitad del siglo XX”,
pero dijo también, “cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida,
sabréis que es la señal dada por Dios, porque es próxima la perdición del
mundo”.
Confirmación
del aviso y castigo en Garabandal, pero con una precisión importantísima: “El
mundo no será propiamente destruido, sino sustancialmente cambiado”. (En
relación directa con la visión de Juan en Apocalipsis XXII: Ví un cielo y una
Tierra nueva”.
En Ezquioga (Navarra), otra señal: “Cuando
las mujeres no se distingan de los hombres en su manera de vestir, pensad que
tenéis encima el fin de vuestro mundo. Durante el castigo, cinco días de
comunismo y durante tres días caerá fuego y no amanecerá. Habrá terremotos
empezando en el extranjero, después en España. El fuego destruirá las
cosechas,  con lo que habrá un hambre
terrible. Destrucción de París, Marsella, Barcelona, San Sebastián, Málaga.
Habrá persecución cuando los comunistas se hagan dueños de España. Durará muy
pocos días, pero arruinarán muchas partes de España a la que dejarán en
completa miseria”.

Mucha guerra, mucha guerra, los
Pirineos no han conocido otra igual. Pero la guerra será general. Aquí hace
falta recordar la gran profecía del Cristo cuando comunicaba a sus discípulos
los signos de Su retorno. (Mateo XXIV, Marcos XIII). “Habrá entonces una gran
desolación, tal como no ocurrió desde el comienzo del mundo, y que no habrá
nunca más. Y si estos días no fuesen abreviados, ninguna criatura subsistiría,
pero por causa de los Elegidos, serán abreviados”. Profecías del mismo Cristo,
en concordancia con las de María y Juan, y que es imposible considerar con
imágenes, símbolos, metáforas o de hacernos creer que ya pasaron. El Cristo se
encargó de avisarnos cuando las dio: “La Tierra pasará, pero mis palabras no pasarán”.


(continuará)

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