La educación que se imparte hoy, prepara del peor modo posible para ese cultivo de la acción. En las Universidades, se imparte un saber formalista que impele el dogmatismo ideológico o por reacción, a la ironía estéril. Es necesario modificar todo este clima, si no se quiere ver más en el plano de la acción, a los intelectuales dar ejemplo de ofuscación. A pesar de todo, el compromiso es educable, por ser el sujeto que se compromete, protagonista de esa educación. Ahora bien, no sólo hemos de criticar la pésima educación que en el campo de la educación se nos ofrece.
Ciertamente que la enseñanza escolar, el cultivo de los llamados temas transversales (educación en valores), es la utopía que adorna todo proyecto educativo de centro, pero al que no se le colocan las perchas y las concreciones necesarias para hacer de ellos los lugares concretos donde alumnos y profesores puedan descubrir, estimar y realizar los valores que se enuncian y anuncian.
Por otra parte, la Universidad que fabrica títulos académicos y que se coloca al servicio de la planificación de la economía globalizada, tiene poco que ofrecer en materia de cultivo de una acción comprometida. Pero en el campo de las organizaciones sociovoluntarias, tampoco se camina a la zaga. La formación formal, centrada en el concepto, destinada en el mejor de los casos a capacitar técnicamente a los individuos que se las han de haber con colectivos realmente complicados, es una formación en ciertos casos necesaria, pero absolutamente insuficiente.
La educación al compromiso, como cualquier intento educativo que topa con la realidad personal, goza del beneficio del tiempo vivido y del tiempo por vivir, que si bien no es indefinido, cuenta con claves de trabajo que se sumergen en el valor del proceso elaborado a fuego lento, necesitado de paciencia y pasos ajustados a la realidad que se puede responder, ni más ni menos.
Cuanto más transiten las ONGs por la senda de la burocratización, de la eficacia de los proyectos y la gestión, más alejadas estarán de los procesos educativos que deben realizar entre los desfavorecidos y entre los voluntarios y contratados que en ellas trabajan. Un signo de nuestro tiempo, es que cada vez se habla menos de formación del voluntariado y se imponen los cursos de gestión del voluntariado.
(continuará)
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