Introducción
La vida nos ha sido entregada a quemarropa en condiciones, forma, tiempo y lugar no elegidos. De las muchas elecciones que tenemos que realizar a lo largo de nuestra vida, las fundamentales, aquellas que nos permiten desarrollar nuestra existencia bien como supervivencia, propia del Sur, bien como desarrollo humano cualificado, propio del Norte, al fin y a la postre se trata de cuestiones que nos han sido dadas y entregadas a cada uno sin previa consulta. Pero eso que se nos entrega, no está condenado al galismo o al inmovilismo. El cambio y la transformación son las formas por las cuales se va moldeando nuestro compromiso como seres humanos, es decir, como realidades con que hacemos nuestra vida a través del duro camino del tanteo, la búsqueda y la experiencia; porque esa es nuestra forma de adaptarnos al medio.
De estas y otras cosas comencé a tomar conciencia hace años, cuando empecé a ver que la división atroz de nuestro mundo entre aquellos cuyo máximo afán es mantenerse vivos cada día, y aquellos cuyo máximo afán es rodearse del mayor número de cosas que les ayuden a superar el aburrimiento de cada día, no era una división natural, sino una construcción fraguada durante siglos de dominio, colonialismo y egoísmo ilustrado. En esos momentos, comencé a colaborar (¿cómo voluntarios?; entonces no conocíamos a la existencia de esa palabra) en la colaboración con ancianos en un asilo . Para empezar, iba un día por semana, haciéndolo compatible con mis estudios primarios; a los tres meses ya eran tres los días que semanalmente iba a ¿acompañar? A leer a otros, servirles la comida, darles un rato de charla, que me iban desvelando todo un mundo de carencias y de posibilidades realmente desconocido. Pero justo cuando más integrado y a gusto me sentía; cuando ya no me importaba gran cosa la “pérdida” de otras diversiones; cuando había conseguido formar de un equipo, (religiosas en este caso, que me esperaban alegremente) de trabajo equilibrado y estable; cuando inventaba planes y proyectos en los que concretaría mi compromiso futuro, entonces, justo entonces, un anciano de edad indefinida, curiosamente bien vestido y educado, un buen día me preguntó: Pero, tú que vienes tres días a la semana, ¿cuándo te vas a venir a vivir con nosotros?”. Aquel aguijón, en forma de pregunta, desmontó en un instante mis planes y proyectos, relativizó enormemente mis renuncias “heróicas” a la vida social de adolescente, me colocó frente una realidad que me sobrepasaba y ante la que me en encontraba tan desnudo, que la vergüenza me hizo salir corriendo de allí….Entonces comencé a comprender que vivir es comprometerse.
Confieso que en aquellos años el primer libro que compré fue “El compromiso de la acción”, una selección de textos de Mournier, que publicó la editorial ZYX, y con el que crecimos parte de la juventud desconcertada y apasionada de la transición política española. En aquellos textos descubrí uno de los secretos de la condición humana: Ya estamos comprometidos.
– Cuando creemos que lo nuestro es siempre insuficiente, y deberíamos trabajar más y más, ya estamos comprometidos.
-Cuando escurrimos el bulto y pensamos que eso no va con nosotros, ya estamos comprometidos.
-Cuando sentimos que la causa que genera nuestra acción supera y doblega nuestra cerviz, ya estamos comprometidos.
-Cuando pensamos que ha hemos hecho bastante, que las cosas siguen igual y que nuestra acción es inútil, ya estamos comprometidos.
-Cuando hacen callo en nuestra mente las gafas que se ajustan a un paisaje sin fisuras, políticamente correcto, donde se abona la “sensación de vivir”, ya estamos comprometidos.
-Cuando el asombro y el retorcimiento de tripas nos sorprende ante el rostro escuálido de la injusticia, ya estamos comprometidos.
El compromiso forma parte de nuestra piel y de nuestro corazón, porque somos compromiso, y no lo podemos echar en el saco roto de las meras intenciones ni tampoco en la benevolencia de un voluntariado que “echa horas”, como si fuese un trabajo añadido. El compromiso no dice quiénes somos. De esto, y no de otra cosa, trata este coro polifónico de ideas, vivencia, diálogos y pasiones que he puesto por escrito de un modo un tanto precipitado. Buena parte de esta reflexión se la lleva una de las formas modernas que moldea el compromiso de no poca gente: El voluntariado.
Pero como no creo en un voluntariado de uno en uno, fragmentado y atomizado, al contrario que la propaganda neoliberal, al que le viene tan bien individuos generosos, fontaneros de los desagües del sistema, por nuestra parte sólo creemos en una acción voluntaria, comprometida y organizada. Al controvertido mundo de las ONG´s dedicaré buena parte de este trabajo no sólo para criticar las ambigüedades y medias tintas de su acción (especialmente en los ámbitos de cooperación con los países del Tercer Mundo), sino que buscaremos formas renovadas, imaginativas y creativas de compromiso organizado en favor de los compromisos que hemos de tener en nuestra vida de manera cotidiana, con todos aquellos que forman parte de nuestra vida, familiar, social y laboral, y ahí entran desde nuestros familiares directos al inmigrante que nos tiende la mano en un semáforo para poder comer. De momento, vamos a ir desentrañando algunos aspectos de ese quehacer que es el compromiso que nos forja y retrata como seres humanos.
(continuará)
Copyright. Todos los derechos reservados. Orden de Sión