Autor: M. C.R.L.

Ø En segundo lugar:  JUZGAR-SE. El juicio, está tratado en el Evangelio de una forma mucho más dura que el mismo pecado. Cristo juzga y condena sólo  a los que juzgan a los demás y al pecador humilde, sólo tiene razones para perdonarle y abrirle los brazos.

No sé vosotros, pero prefiero ser un gran pecador merecedor del abrazo del Maestro, que un juez inflexible y rígido que colecciona los fallos de los demás y que cumple “rígidamente la Ley”. Cristo ya nos ha advertido sobre esto, y el juicio va a ser tan severo como el nuestro. Antes de reprender a un hermano, de señalar un fallo, hay que estar seguros al menos de dos cosas

· Que ese fallo no anida en mí y corregirlo antes.

· Que no queda en mí ni el menor asomo de soberbia ni malos sentimientos hacia el infractor, es decir, debo haberle perdonado para mostrar en mi corrección, el amor que siento hacia él. Nunca actuar    antes de que se produzca este segundo hecho.

Soy una persona difícil de reprender, tengo tendencia a estar muy seguro de lo que digo y hago. Cuando nuestros Grandes Maestres me han señalado un error, no he percibido más que preocupación y amor en sus formas, no he percibido ánimo de herir mi personalidad, lo que hubiera activado directamente mis defensas yóicas.

El diagnóstico de la realidad, de mi realidad interior y de la social, debe estar basada en el Amor y en el perdón. Hay que aprender a analizar la más mínima de las situaciones cotidianas, que a raíz del Evangelio del día aparece en el Blog de la Orden. Cuando he empezado a verlo así, he visto con mis propios ojos, que hay una extraña y misteriosa relación, entre los sucesos del día y las Escrituras del Blog.

Ø En tercer lugar: ACTUAR. Actuar, es el sentido de la Caballería Templaria. Actuar en sí mismo y actuar en el entorno. Pero ese actuar, tiene que tener un Plan, un objeto definido y un proceso metódico de cambio interior y exterior.

Nuestras oraciones diarias y nuestros rituales del Círculo de Reunión, así como el Evangelio del día, nos permiten llevar una cierta vida interior que hay que reforzar. El Evangelio nos dice, que si tuviéramos 99 ovejas dentro y una fuera, nuestra obligación sería dejar las 99 e ir por la que nos falta.

Mucho me temo, hermanos, que a diferencia del Pastor de la Parábola, nosotros no tenemos 99 ovejas en el rebaño y una fuera, sino que tenemos una dentro y 99 fuera, y a la que tenemos dentro, nos dedicamos a peinarla, acariciarla, lavarla y mimarla, dejando fuera a las 99 restantes, de las que nos olvidamos.

Tenemos que cambiar esa actitud. El Temple es para el Cristo y la custodia de la Humanidad, y tenemos que ir no a por una que se nos ha extraviado, sino a por las 99 que nos faltan. El Temple, es un derecho de la Humanidad, no tenemos derecho a guardarnos la Luz para nosotros.

Es necesario un Pan de comunicación de la Buena Nueva. Cristo iba a los mercados, hablaba con la gente, entraba en el diálogo y las más de las veces, tenía que huir para que no le apedrearan. Utilizaba la Palabra, porque Él mismo era la Palabra, acompañado de Su ejemplo. Nosotros, huimos antes de que cojan las piedras, porque no apareceremos, nos sentimos confortados en nuestros weekends espirituales en la Casa Madre y nos sentimos “elegidos”, es decir, todo lo contrario, justo lo contrario de lo que se nos pide.

Non Nobis