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Concilios y Sínodos de la Iglesia Romana (XV)
Publicaciones Orden del Temple - Concilios y Sínodos de la Iglesia Romana
Escrito por Yo Soy   
Jueves, 29 de Septiembre de 2011 00:00

Concilios Galos del siglo IV


Participantes en el Sínodo de Arles

Se celebraron ocho Concilios a lo largo del siglo IV: Arles, Beziers, París, Valence, Nimes, Burdeos, Treves y Turín, aunque ésta última no se encuentre en la Galia. En el 314, tras el fracaso del Sínodo reunido en Roma, que no fue capaz de resolver el cisma donatista de Cartago, Constantino, que había sido apelado por dos Obispos elegidos, eligió a Arlés como sede de un Sínodo o tribunal de Obispos según el derecho romano, que afrontase este cisma. Se trató pues, de un Concilio Imperial y el emperador puso a disposición de los Obispos todos los medios del Estado.

Cuarenta y cuadro diócesis fueron representadas, bien por sus Obispos, o por sacerdotes y diáconos, y el Papa fue representado por dos sacerdotes y diáconos de Roma. El Concilio reconoció a Ceciliano y condenó a Donato y sus tesis, pero la sentencia no tuvo consecuencias, por lo que Constantino tuvo que intervenir directamente.

Aprobó también 22 cánones sobre los aspectos debatidos, entre ellos, la prohibición a los sacerdotes de mantener relaciones conyugales y a los clérigos de prestar dinero con interés, bajo pena de ser excluidos de la comunidad. En el ámbito litúrgico, determinó que la fiesta de la Pascua fuera celebrada el mismo día en todo el mundo, pretensión que había sido exigida por Roma, al menos desde el Papa Aniceto. Impuso también, que el Obispo que consagrara a otro Obispo, fuera asistido por otros siete Obispos y como mínimo tres.

En el 353 en Arles, el Concilio convocado por Constancio, príncipe poseído de su dignidad y convencido de que Dios realizaba en su persona la unidad del Imperio y de la Iglesia, favorable a los arrianos, condenó a Atanasio, a pesar de los legados del Papa y de los Obispos ortodoxos. Sin embargo, la presión del emperador y su amenaza de exilar a los recalcitrantes, consiguió que casi todos los presentes firmasen las actas.

El Concilio de Béziers en el 356, convocado por el emperador Constante y los Obispos arrianos, Hilario de Poitiers, obligado asistir, habló con decisión sobre la herejía arriana.


Hilario de Poitiers escribiendo sus obras

El partido imperial, impuso su condenación y el santo Obispo de Poitiers, fue exilado por su valentía y ardiente defensa de la doctrina aprobada en Nicea. Por el contrario, el Concilio de París, se pronunció contra la tesis de los Obispos arrianos, especialmente Saturnino de Arlés, a quien se expulsó de la diócesis y se adhirió a la doctrina de Hilario. Este Concilio se reunió, gracias a la libertad, paradójicamente, que propició el nuevo emperador Luliano, llamado el Apóstata a los Obispos ortodoxos. Los Obispos aprobaron una carta de contestación a Hilario, en la que se proclamaba la doctrina de la igualdad consustancial del Padre y el Hijo.

Del Concilio de Valence en el 374, sólo se conocen cuatro cánones. Por el primero, se niega la ordenación sacerdotal a quien se haya casado dos veces o si su primera y única mujer, hubiera estado ya casada. A las jóvenes que, siendo consagradas, se casen, se les retardará la penitencia primero y la comunión después. A los bautizados que se hayan manchado con sacrificios profanos o dedicados a los demonios, no se les negará la promesa del perdón, pero tendrán que hacer penitencia hasta la hora de su muerte.

En el cuarto se determina, que si se sabe que alguien vaya a ser ordenado de diácono, sacerdote u Obispo, es reo de pecado mortal, no debe ser ordenado. En los últimos quince años del siglo, la Iglesia de Galia, fue profundamente turbada por el Priscilanismo, ya condenado en el Concilio de Zaragoza en el 380. Los Obispos se ocuparon primero del Obispo priscilanista Itacio y lo depusieron. Prisciliano, convencido de que los Obispos estaban prevenidos contra él, protestó y apeló al emperador, más conducido a Tréveris, fue condenado a muerte y ajusticiado con cuatro adeptos.


Esta condenación y muerte, la primera por motivos doctrinales, produjo un inmenso malestar en el episcopado galo, especialmente en San Martín de Tours, el Obispo galo con más autoridad en aquel tiempo. En el 386, los Obispos reunidos en Tréves, con ocasión de la elección del Obispo de la ciudad, se dividieron con respecto a la acritud a tomar con respecto a Itacio, Obispo de Faro (Portugal) y principal acusador de Prisciliano, pero el emperador les obligó a que le acogiesen en su comunión.


San Martín de Tours, miniatura de un misal.

(Continuará)

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