Templo Oración

En el Templo de Oración, Luz, Paz y Energía, los hermanos de la Orden del Temple oran para ayudar a todo aquel que lo solicite ante cualquier situación personal y/o colectiva.

Donaciones

Como Organización sin ánimo de lucro y de base religiosa, aceptamos donaciones que puedan hacer que nuestra labor continúe diariamente al servicio del Cristo.
(En muchos países este tipo de donaciones tienen deducciones fiscales).

Información Usuario

IP Address
3.218.247.159
United States United States
Explorador
Unknown Unknown
Sistema Operativo
Unknown Unknown

Su Hora

Música

module by Inspiration
La Pasión del Señor. De Jerusalén a Sevilla.
Publicaciones Orden del Temple - La Pasión del Señor
Escrito por María de Aquitania   
Viernes, 27 de Mayo de 2011 00:00

La Ascensión de Jesús

El Señor Jesús, después de haber hablado con sus discípulos, los llevó hasta cerca de Betania y levantando sus manos, los bendijo, y mientras los bendecía, se alejaba de ellos y fue levantado a los cielos y está sentado a la diestra de Dios. Ellos se postraron ante Él y se volvieron a Jerusalén con gran gozo, predicando por todas partes. Jesús, por consiguiente, fue arrebatado a la vista de sus discípulos y una nube le sustrajo a sus ojos. Mientras estaban mirando al cielo, fija la vista en Él, que se iba, dos varones vestidos de blando se pusieron delante y les dijeron: “Hombres de Galilea ¿qué estáis mirando al cielo?. Este Jesús que ha sido arrebatado de entre vosotros al cielo, vendrá como le habéis visto ir al cielo”. Entonces se volvieron del monte llamado Olivote a Jerusalén que dista de allí el camino de un sábado.

La bendición, significa seguridad del favor de Dios y Su apoyo. La bendición de Jesús, significa la seguridad de que habrá de estar con sus discípulos siempre. Lucas entiende la Ascensión como la oblación final del Sumo Sacerdote al Padre del Cielo. La Ascensión de Cristo, representa la clara línea de demarcación entre el periodo de Jesús terreno y el periodo de Su Iglesia espiritual. La alegría de los discípulos, es consecuencia directa del conocimiento del Cristo glorioso y por tanto, de que el Reino de Dios está realmente presente en la presencia el Señor, la cual a su vez, se realiza por la presencia del Espíritu. Todo ello  por consiguiente, constituye el “termius ad quem” del periodo central del Jesús terreno.

Antes de Su gloriosa Ascensión a los cielos, Jesús manifestó a sus discípulos lo siguiente: “Recibiréis el poder del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta el extremo de la Tierra”. Dichas estas palabras, como ya llegase el tiempo de la partida, viendo los hijos la soledad que les quedaba de todo bien y la orfandad de tal Padre ¿qué sentirían?, ¿qué harían?, ¿qué dirían?. Cual dolor y temor entró en aquellos pechos cuando viesen al Señor que tanto amaban, levantarse hacia el Cielo y apartarse de su compañía.

Ahora bien, ¿dónde está Jesús?. Según Marcos, sentado a la derecha de Dios y asociado al Poder del Padre. Todos los creyentes, estamos invitados a unirnos con nuestro Salvador y la certeza de nuestra fe, no debe estar aminorada por el velo de la fe. La Ascensión de Jesús, fue el signo visible del poder de Cristo y Jesús ofrece a sus apóstoles una visión espectacular, que nunca olvidarían, pues les había anunciado lo siguiente: “Veréis al Hijo del Hombre subir allí a dónde Yo estaba antes”, y en verdad, lo cumplió. Haciendo aquel ademán tan suyo de levantar las manos al Cielo para bendecirles, comenzó a separarse de ellos lentamente, con poder y majestad. La nube, en el Antiguo Testamento, era un signo visible de Dios, el símbolo de Su misterio, el vehículo de Su gloria.

Cuando llegaron a Jerusalén, subieron al piso alto, en donde permanecían Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago de Alfeo y Simón el Zelotes y Judas de Santiago. Todos perseveraban en la oración, con algunas mujeres, con María, la Madre de Jesús y con los hermanos de éste.

La Virgen María, implora con Sus ruegos el don del Espíritu Santo, aquel mismo Espíritu que ya la había cubierto con Su sombra en el misterio de la Anunciación. Por tanto, hay una singular correspondencia entre el misterio de la Encarnación del Verbo y el nacimiento de la Iglesia Universal. La persona “gratia plena”, que une ambos momentos, es sin duda María. María en Nazaret y María en el cenáculo de Jerusalén. En ambos momentos fundamentales de la historia de la salvación, Su presencia, hermosa, inteligente, sensible y discreta, indica el camino del “nacimiento del Espíritu”. Así la Virgen, que está presente en el misterio del Cristo como Madre, se hace, por voluntad del Hijo y por obra del Espíritu Santo, también presente en el misterio de la Iglesia Universal. En suma, María acoge con Su nueva maternidad en el Espíritu, a todos y cada uno de los hombres y mujeres de este mundo.

Al cumplirse el día de Pentecostés, estando todos juntos en un lugar, se produjo de repente un ruido proveniente del Cielo, como el de un viento que sopla impetuosamente, que invadió toda la casa que residían. Aparecieron como divididas , lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar lenguas extranjeras, según que el Espíritu les otorgaba expresarse. Residían en Jerusalén judíos varones piadosos, de cuantas naciones hay bajo el Cielo y habiéndose corrido la voz, se juntó una muchedumbre que se quedó confusa al oírles hablar a cada uno en su propia lengua. Estupefactos decían: “¿Estos que hablan, no son galileos?, pues, ¿cómo nosotros los oímos cada uni en nuestra propia lengua en la que hemos nacido?. Todos, oyeron hablar en sus propias lenguas, las grandezas de Dios.

Pentecostés, era una de las tres fiestas nacionales impuestas por la Ley. Se celebraba siete semanas después de  la pascua y marcaba el fin de la recolección, por la que en ella se hacía ofrenda a Dios de los primeros panes. A este primer sentido, la tradición judía añadió la promulgación de la Ley en el Monte Sinaí, y a ésta corresponde la promulgación de la Ley nueva, que consiste, básicamente, en la gracia del Espíritu Santo.

Aquí, hermanos y hermanas nuestros, termina este trabajo sobre la Pasión del Señor, que esperamos les haya servido, aunque ya haya sido relatada por muchos, de reflexión, meditación y conocimiento, del enorme valor del Amor y el Sacrificio, de Nuestro Señor, por todos nosotros.

Seamos, con nuestra conducta, pensamientos, palabras y actos, dignos seguidores y servidores Suyo. Recordad siempre, que por nuestros hechos nos conocerán. Nuestra coherencia, honestidad, servicio y entrega a los demás, la fraternidad y el cumplimiento de Su mandamiento: “Amáos los unos a los otros como Yo os he amado, así sabrán que sois mis discípulos”, harán que fructifiquen las semillas y los talentos que nos fueron entregados. No olvidad nunca tampoco, “que el más grande entre vosotros, sea el que más sirva”. En consecuencia, actuemos dentro del Non Nobis, sin vanaglorias, honores profanos, eventos sociales enmascarados de falsa espiritualidad, nombramientos y medallas del mundo, porque no debemos ser del mundo, aunque estemos en él para el cumplimiento de los Planes de Dios. Que Él os bendiga a todos.

ORDENDELTEMPLE+++

Copyright. Todos los derechos reservados. Orden del Temple.

 
USER MENU