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Las Tentaciones
Publicaciones Orden de Sion - Enseñanzas para el Crecimiento Interior
Escrito por María de Aquitania   
Martes, 07 de Diciembre de 2010 00:00

En el desarrollo de este trabajo, que tiene como referencia las tentaciones de Jesús, queremos que éstas sean una puesta en común a las que nosotros sufrimos a diario, en la vida cotidiana, en este mundo convulsionado en el que vivimos.

Siempre nos han parecido impactantes la trayectoria existencial de Jesús de Nazaret, una vida entregada al servicio de los demás y que sirven de modelo a todo cristiano, y cómo no podía ser de otra manera a Su Milicia, la Orden del Temple. Hay tres apartados que resaltan de manera significativa, como son: Tentación, incomprensión y asechanza.

Hay fascinantes facetas en la vida de Jesús, que se nos ofrecen con un particular esplendor y belleza y hemos de tener en cuenta, que ser cristiano es un proceso que nunca culmina, porque se va desarrollando a lo largo de toda nuestra vida terrena, siempre con la esperanza de volvernos a encontrar con Él, siendo constantes en la búsqueda del Conocimiento, profundizar en él y estar muy atentos a lo que en realidad dice Su Palabra y el mensaje implícito en cada una de ellas.

Por tanto, vamos a ir ofreciéndoles estas reflexiones, para mejorar nuestra forma de comportamiento, donde debemos asumir con coraje y ser un ejemplo de nuestra opción de seguirle. Vamos a ello.

El Poder

Los Evangelios sinópticos, presentan a Jesús en el inicio de Su vida pública, como “tentado por el diablo”, y aunque el Evangelio de Juan no menciona este pasaje, Jesús se desenvuelve constantemente en una lucha contra el mal, personificado en Satanás, llamado el padre de la mentira.

Distingamos en principio, la diferencia entre diablo y demonios, que suelen darse indistintamente cuando nos referimos al personaje representativo del mal, pero hay que ver la diferencia entre ellos.

Diablo: Del griego diabolos. El calumniador, sembrador de discordias, es el equivalente a Satanás o Satán en hebreo, que también identifican como el adversario o enemigo. Se refiere a un nombre propio como una personificación del poder del mal.

Excepto en el libro primero de las Crónicas, donde Satán se personifica como nombre propio, en el Antiguo Testamento, Satán aparece siempre con artículo: Ha-satan, para indicar que es una función ejercida y no una persona. En el lenguaje jurídico, con el satán se indica al acusador o fiscal, que al lado del acusado lo acusa y pone de relieve sus culpas.

En el Nuevo Testamento, el diablo no es denominado sólo como Satán, también se le menciona como enemigo, tentador, maligno, acusador, príncipe de este mundo y príncipe del imperio del aire. En el libro de Job, Satán cumple la función de ese fiscal acusador de aquel hombre justo en quien Dios se complace, más Satán, aunque supeditado a la voluntad Divina, pone a prueba a ese fiel servidor de Dios.

El Diablo es uno, no hay “diablos”, aunque sus disfraces se cuentan por millares. Sólo el Diablo tiene la finalidad de inducir al hombre al pecado, apartarlo de su camino del bien y de su relación con Dios. Todo ello porque se opone al designio de Dios sobre los hombres y a Su plan de salvación universal. Por ello, el príncipe de este mundo, se camufla de tantas maneras para cumplir ese cometido, valiéndose a veces de la buena voluntad de las personas, como hizo con Pedro, que intentó disuadir a Jesús de su entrega final, y que le vale de Él una respuesta de ser tratado de Satanás )Mateo 16, 23).

Su influencia queda pues circunscrita al orden moral y espiritual y su acción se limita a la manipulación de la libertad del hombre. Sus asedios, y tentaciones inevitables, consisten en exacerbar la fantasía, excitar los bajos instintos, y distorsionar el Conocimiento para mover al deseo y facilitar la elección a la voluntad. Todo ello como vemos, son influencias externas, ya que nadie puede ser inducido al mal sin la participación y el consentimiento propio.

Las armas del Diablo son la mentira, la astucia y la seducción y siempre aparecerá revestido de trampas, ardides, maniobras y engaños.

(continuará)

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