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Concilios y Sínodos de la Iglesia Romana (V)
Publicaciones Orden del Temple - Concilios y Sínodos de la Iglesia Romana
Escrito por Yo Soy   
Sábado, 11 de Septiembre de 2010 00:00

 

El Nuevo Testamento, nos ofrece algunas informaciones preciosas. En la edad apostólica, la comunión interclesial, era asegurada por los apóstoles y sus colaboradores, que compartían con ellos la carga apostólica. La colecta que hizo Pablo en sus comunidades para cubrir las necesidades de la comunidad de Jerusalén, tuvo este propósito.

A finales del siglo I, Clemente de Roma, presbítero, señaló a los corintios que el cisma que les amenazaba era un atentado contra el cuerpo de Cristo, por lo que tenían que esforzarse por superarlo.

Ignacio de Antioquia, sobre el año 110, les insta a congregarse en una sola fe y preocuparse de participar en una sola Eucaristía, conscientes de que la herejía es incompatible con la participación en ella.

Para estos y otros autores contemporáneos como Justino e Ireneo, el obispo era un signo visible y el servidor más eficaz de la unidad de cada Iglesia frente a las herejías y divisiones internas. Esta comunión en una misma fe, se manifiesta y realiza en signos concretos, signos que constituyen la entraña misma de la vida eclesial y son los siguientes: Todas las Iglesias son apostólicas en la medida en que atestiguan su unidad perfecta; se comunican recíprocamente la paz; se consideran hermanas; practican los deberes de la hospitalidad; los obispos se visitan y se comunican, dialogando sobre los problemas existentes, con el fin de alcanzar una práctica común, rechazando y excomulgando a cuantos se desvíen de la verdadera fe.

Este complejo proceso de unidad, se realizó a través de tres reglas fundamentales, que podemos considerar como fuentes primordiales de la unidad de las Iglesias:

I. La experiencia común del Espíritu del Señor, que creaba y fundamentaba la comunidad. Los miembros que la integraban, “participaban del Espíritu” y esta vivencia era lo que distinguía y caracterizaba a los primeros cristianos. A partir de aquí, se concretó su unidad: Un solo cuerpo, porque uno solo es el Espíritu, escribió San Pablo a los corintios en su primera carta.

II. El recuerdo de lo que había dicho y hecho Jesús, junto a la convicción de Su muerte y resurrección, fueron puntos comunes de la fe cristiana.

III. La relación profunda con el Antiguo Testamento, a pesar de la complicada relación entre judíos y cristianos, y al mismo tiempo, la vivencia de una Buena Nueva como señal distintiva de su identidad.

Al mismo tiempo, los cristianos contaron con los Sacramentos, las confesiones de fe y el episcopado, como instrumentos capaces de generar y fortificar el cristianismo, tanto a nivel personal como comunitario.

La identidad de la fe profesada y de los Sacramentos celebrados entre comunidades relativamente autónomas, funda precisamente la comunión entre ellas. También se expresa por medio de la solidaridad entre los cristianos, Iglesias y obispos que las representaban. Esta fuerte conciencia de unidad, siempre presente en estas comunidades, aparee ya manifestada en el Símbolo de los Apóstoles: “Creemos en un solo Dios, un solo Señor, un solo Espíritu Santo, una sola Santa Iglesia y un solo Bautismo”.

 

(continuará)

 

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