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El Lado Oculto de las Religiones (VII)
Publicaciones Orden de Sion - Reflexiones Espirituales
Escrito por Sion de Bouillon   
Viernes, 22 de Enero de 2010 00:00

 

El punto culminante de los Misterios era la conversión del Iniciado en un Dios. Ya fuese por la unión con un Ser Divino fuera de él, ya por la realización del Yo Divino en él. Esto se llamaba éxtasis, estado al cual el Yoghi llamaría Samadhi elevado, para lo cual ha de hallarse el cuerpo grosero en estado de trance, efectuando entonces el alma libertada su unión con el Gran Ser.


El “éxtasis no es una facultad, sino un estado del alma, en el cual se transforma de tal modo, que percibe lo que antes estaba oculto para ella. Tal estado no será permanente hasta que nuestra unión con Dios sea irrevocable; aquí, en la vida terrestre, el éxtasis no es más que un relámpago....el hombre puede dejar de ser hombre y convertirse en Dios; pero no puede ser Dios y hombre al mismo tiempo.


Procio enseñaba también, que la única salvación del alma era volver a su forma intelectual, con lo que escapa del “círculo de generación y del mucho vagar”, y alcanza el verdadero Ser. “La energía simple y uniforme del periodo de identidad, en vez del periodo de excesivo y vago movimiento que se caracteriza por la diferencia”. Esta es la vida que buscaban los Iniciado por Orfeo en los Misterios de Baco y Proserpina, y éste es el resultado de la práctica de las virtudes purificador o catártico.


Tales virtudes eran necesarias para los Misterios Mayores, porque se referían a la purificación del cuerpo sutil, en el que actuaba el alma cuando se hallaba fuera del cuerpo grosero. Las virtudes políticas o prácticas pertenecían a la vida ordinaria del hombre, y hasta cierto punto se exigían antes que pudiera ser candidato para una Escuela como la que se ha descrito. Luego venían las virtudes catárticas, por cuyo medio el cuerpo sutil, el de las emociones y de la mente inferior, era purificado; en tercer lugar, lo intelectual, perteneciente al Augoeides.

Augoeides -Griego - Bulwer Lytton lo denomina: “Yo Luminoso”, o nuestro Ego superior. Pero el Ocultismo hace de él algo distinto de esto. Es un misterio. El Augoeides es la luminosa radiación Divina del Ego, que, cuando encarnado, no es más que su sombra pura. Entre los neoplatónicos parece significar el “cuerpo astral” o la forma de luz del intelecto; después lo contemplativo o paradigmático, por medio de lo cual se realizaba la unión con Dios.



Porfirio escribe: “Aquel que actúa con arreglo a las virtudes prácticas, es un hombre digno; pero aquel que actúa con arreglo a las virtudes intelectuales tan sólo, es un Dios; pero aquel que actúa con arreglo a las virtudes paradigmáticas, es el Padre de los Dioses”.


Dábase también mucha instrucción en los Misterios por medio de las jerarquías de arcángeles y otras; y de Pitágoras, el gran maestro, que fue Iniciado en la India, y que dio el “conocimiento de las cosas que son” a sus discípulos juramentados, se dice que poseía tal conocimiento de la música, que la podía emplear para el dominio de las pasiones más salvajes del hombre y para el esclarecimiento de sus mentes. De esto presenta Jámblico ejemplos de su Vida de Pitágoras. Parece probable que el título de Theodidaktos dado a Amonio Saccas, el maestro de Plotino, se refería menos a la sublimidad de sus enseñanzas que a la instrucción Divina que recibió en los Misterios.


Algunos de los símbolos que se usaban son explicados por Jámblico, el cual recomienda a Porfirio que aparte de su pensamiento la imagen de la cosa simbolizada y procura alcanzar su significado intelectual. Así, “cieno” significaba todo lo que era corporal y material; el “Dios sentado sobre el loto” significaba que Dios trascendía el cieno y el intelecto simbolizado por el loto, y estando sentado, se hallaba establecido en Si Mismo. Si se le presentaba “navegando en un barco”, implicaba Su gobierno sobre el mundo, y así sucesivamente.

 

(continuará)

 

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