III. Dijeron los antiguos: No matarás o serás reo de juicio, pero Yo os digo, que aquel que se irrita contra su hermano, será reo ante del Sanedrín. Así que si llevas una ofrenda al altar, acuérdate si tienes algo contra tu hermano, deja la ofrenda, reconcíliate con él y luego, vuelve a presentarla.

En la Ley antigua, se necesitaban continuamente cosas exteriores para lo interior, pero en el desarrollo espiritual es al revés, de dentro a fuera. El hombre primitivo, se concentra en lo que le llega a través de los sentidos, pero conforme se desarrolla, comprende que las cosas exteriores no son más que el resultado de las causas y sucesos interiores. Cuando se percibe esto, ha comenzado la búsqueda de Dios.

Así la Ley antigua, se ocupaba casi de cuestiones externas y quedaba satisfecha si eran cumplidas. Jesús vino a preparar a la humanidad, para dar el paso más importante de todos: Ensanchar nuestras fronteras espirituales y el Sermón de la Montaña, en el que nos muestra la necesidad de dar ese paso para alcanzar la mayoría de edad espiritual, no conformándonos con las leyes externas, sino cambiando nuestra vida interior.

Ninguna prueba espiritual puede cumplirse si no se destruye la cólera en el corazón. Es imposible ejercer influencia espiritual, sanar, mientras uno no se deshaga del resentimiento y la condenación del prójimo. Así que no pierdas el tiempo queriendo realizar lo imposible. Ese sentir de “le está bien empleado”, es una barrera impenetrable para la acción espiritual.

La nueva Ley dice, que el altar es nuestra propia conciencia. Las ofrendas, las oraciones y sacrificios, son los malos pensamientos que quemamos en el fuego espiritual. Decir a un hombre “loco”, es negar en un ser humano el poder del Cristo viviente en él.

(continuará)

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