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Secretos, Leyendas y Simbología oculta en las Catedrales
Publicaciones Orden del Temple - Catedrales
Escrito por María de Aquitania   

Entrada Catedral de Jaca

 

La palabra Catedral, no está vinculada a una construcción religiosa específica ni al arte gótico, sino que designaba el corazón religioso de una Diócesis. El concepto Cátedra (asiento o sede), servía para designar no solo el lugar donde estaba el trono del Obispo, sino los edificios anexos como el palacio episcopal o las escuelas.

Las Catedrales románicas se elevaron con conceptos arquitectónicos muy distintos al gótico posterior. Eran como un reflejo físico de las oraciones de las abadías, monasterios, etc. en las zonas rurales, como una petrificación de Dios en los campos.

Después de la caída del Imperio Romano, el saber, muy malherido, se refugió en las bibliotecas de los monasterios reflejándose en pergaminos y por tanto los secretos de Dios, quedaron muy alejados de los hombres y fuera de sus posibilidades el poder acercarse a ellos.

Para comprender como surge la Catedral gótica hay que conocer algo del mundo social que la precede. El modelo existente era el feudal, lo cual significa una sociedad esencialmente agraria, donde una minoría obtenía la mayor parte de la producción, bien por coacción derivada del amparo militar o de la promesa de asegurarles el Reino de los Cielos. Los núcleos monásticos concentraban el poder, eran la sede del dinero y la ciencia, todo ello naturalmente, detrás de sus portones. Quien poseía la tierra, era el dueño y señor y no había posibilidad de transgredir ese orden. Arriba, estaba el rey, debajo suyo los nobles y el clero, y finalmente los siervos que sostenían todo el entramado.

En época merovingia y carolingia, cuando el rey no tenía dinero con el que pagar caballeros y nobles que atendieran sus necesidades guerreras o del tipo que fuera, se tenía la costumbre de cederles tierras como pago de sus servicios al reino, eran los llamados “beneficium”. Como las aldeas eran lugares inseguros, los lugareños buscaban el amparo de los señores y con ello se estableció una fórmula que se llamó “vasallaje”, con lo que un hombre libre se hacía hombre de otro, realizándose una ceremonia que recibía el nombre de “homenaje”, ritual que se sellaba con un beso u “osculum” y se firmaba un documento, en el que ambos se comprometían a sus respectivos deberes del uno para con el otro: El señor proteger al vasallo y éste le debía obediencia y ciertas cantidades de su cosecha o el ganado.
Esta sociedad estamental, diferenciaba dos tipos de hijos de Dios: Los que tenían privilegios y los que no. Entre los primeros estaban los nobles y miembros de la Iglesia y entre los segundos, los campesinos y artesanos. Los privilegiados no pagaban impuestos al rey pero éstos se los cobraban a los siervos de las más variadas formas: Por cruzar un puente; por entrar en una ciudad; por el uso de los molinos, etc. Como además eran los que impartían la justicia, era imposible quebrar el sistema.

Como la Iglesia estaba entre los privilegiados, eso significaba que Dios estaba con ellos y además, aterrorizaban a los campesinos con demonios e infiernos eternos; todo ello bien representado por la literatura, pinturas o capiteles. La cultura era cosa de Dios y sus hombres “cercanos”, pues ellos eran los que sabían leer y escribir, así que todas las ciencias se juntaron en dos áreas de conocimiento: El Trivium (gramática, retórica y lógica) y el Quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía).

Del siglo IX al X, hay un fortalecimiento de la agricultura, por lo que los pueblerinos marchan a las ciudades, donde se construyen casas en gran cantidad, por lo que hacían falta piedras, maderas y forjados, vestidos y alimentos en mucha mayor medida. Entonces los artesanos se articularon en gremios y estos se dividieron en tres secciones: Maestro, oficial y aprendiz.

La sociedad medieval se resquebraja, porque los artesanos y comerciantes no podían ser acomodados en los estamentos conocidos hasta esas fechas; no eran guerreros ni monjes, pero tampoco campesinos. Así fue como nació la burguesía. Ya en la ciudad, no mandaba un señor feudal ni un abad que impusiera su voluntad, por lo que estos gremios, hicieron nacer los Ayuntamientos, aunque la cultura seguía en las mismas manos: Las de la Iglesia. Se ven aparecer escuelas urbanas en Rávena, Pavía o Bolonia; nacen los estudios de Medicina en Salerno o de Derecho en Bolonia, y pronto empezarán las primeras Universidades en el siglo XIII, emancipándose lentamente del poder religioso. Así, Cambridge, Salamanca, Oxford, Bolonia o Paris, se convierten en el foco del saber europeo. En medio de ese proceso, se empieza a dar forma a enigmáticos y soberbios edificios: Las Catedrales góticas.

LA ARQUITECTURA GÓTICA

¿Qué significan esas agujas de piedra incomodando a Dios en el cielo?. Aquello solo podía ser obra de bárbaros (los godos) y de ahí parece derivar el término gótico, aunque algunos autores, como veremos más adelante, hacen diferentes aportaciones en este sentido. En mucho tiempo, los eruditos despreciaron este arte porque lo veían como una expresión de la barbarie germánica, ya que esas torres que pretendían subir al cielo como una nueva Babel, no podían ser más que la expresión de bárbaros celtas, simulando sus bosques sagrados.

Entre 1.150 y 1.250, se inicia la construcción de 150 edificios de éstas características, incluidas las Catedrales de Paris, Amiens, Sens, Ruan o Reims, por lo que el suelo francés, debió aportar millones de toneladas de piedra para la construcción de 80 Catedrales, 500 grandes Iglesias y otros edificios eclesiásticos. Ni siquiera el Egipto de los faraones empleó nunca tal cantidad de piedra.

Hablar de arte gótico, es hablar de dos elementos esenciales: El arco ojival y la bóveda de ojiva o crucería. Solo con esto, el románico saltó en mil pedazos, pues si el arco de medio punto románico es el equilibrio y la serenidad, el arco apuntado gótico imprime dinamismo y movimiento. Los bajos techos románicos eran opresores y favorecían el recogimiento interior; ahora la suma de arcos y sus nervaduras ofrecen la bóveda de crucería y con ello la expansión del sentimiento hacia arriba.

¿Por qué es que con la Orden del Temple las piedras volarán desafiando la gravedad en las auténticas Catedrales góticas?. También cambian los contrafuertes al que se les unen los arbotantes; las gárgolas y el aspecto de los pórticos. Ya no hay una puerta, sino tres, y en medio el arco apuntando delata el origen gótico de la Catedral. Por la Sala Capitular se va al Claustro y en él, se dispone lo necesario en su alrededor para la vida de los canónigos. Por todo ello, además de la piedra, hacen falta obreros especializados y dinero para pagarles. ¿Dónde se pudieron encontrar tantos maestros, canteros y albañiles instruidos en este nuevo arte y la gran cantidad de plata para pagar su trabajo?. ¿Dónde habían estado escondidos?, ¿vivían a la sombra de los benedictinos?.

En algunos laberintos, como el de la Catedral de Chartres, el maestro firmaba su obra y en otros, reservaron un lugar para su tumba. De ellos se dice que sabían matemáticas y geometría; dibujaban con habilidad los planos en escala y coordinaban a otros muchos artesanos misteriosos. Hablando de trazos herméticos y números esotéricos, decía Fulcanelli sobre el origen de la palabra gótico, que derivaba del “argótico”, de la nave Argos, de la lengua argótica que sería la pionera de los idiomas secretos o esotéricos.

Las Catedrales, están todas construidas en “lugares de poder”, sede de muchos dioses antes del cristianismo, y lo primero que hacemos al entrar en ella es erguirnos, mirar hacia arriba, y en ese gesto no solo tienen su papel músculos y vértebras, sino un canal energético que en Oriente conocen muy bien y de allí trajo la Orden del Temple la “receta” secreta. Y lo más revelador, es que no importa quien se adentre en sus naves, si el campesino o el duque; el orfebre o el clérigo; el mendigo o el rey; el ignorante o el ilustrado; el matemático o el poeta; el agnóstico, el ateo o el creyente. Todos, absolutamente todos, se verán sometidos a la ENERGÍA GÓTICA.

Catedral Gótica de Barcelona (España)

 

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