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Metafisica de la Caballería (III)
Publicaciones Orden del Temple - Temas sobre el Temple y el Medioevo
Escrito por Sion de Bouillon   

 

Desde el Renacimiento (como subraya Guénon), la desacralización de la existencia humana ha sido tan pavorosa que únicamente un advenimiento de orden divino podría restituir nuestras vidas al punto justo.


Si queremos comprender a la Caballería en profundidad desde una óptica tradicional y metafísica, es necesario tener presente las aportaciones de René Guénon y el esoterista italiano Barón Julius Evola. Si bien es cierto que no se pueden aceptar en su totalidad lo que dicen uno y otro pero constituyen sus escritos una orientación para buscar la verdad al respecto. Para Julius Evola la acción en general y la acción guerrera en particular, pueden liberar al hombre de sus condicionamientos al igual que la vía espiritual puede conducirlo a estados superiores del ser. En su muy discutible folleto “La doctrina aria del combate y la victoria”, retoma la doctrina de que el acto supremo del ser humano y su sacrificio más excelso a Dios es morir con la espada en la mano en el campo de batalla. De aquí que en las antiguas creencias nórdicas de que el héroe así muerto será conducido al galope al Walhalla por las Walkirias haya menos que un paso. Pero Julius no se detiene ahí tampoco en su embestida por sacralizar la guerra y el combate. Todo en la vida debe centrarse en la “pequeña guerra santa” y en la “gran guerra santa” a la manera del Islam. La primera es la guerra y el combate contra los enemigos exteriores, la segunda es la lucha contra nuestros enemigos interiores. “Mas exactamente, esta última es la lucha del elemento sobrenatural que llevamos en nosotros contra todo lo que es instintivo, ligado a la pasión, caótico, ligado a las fuerzas de la naturaleza” (sic). La vida terrestre es sacrificada en el combate a la vida futura dando paso a un impulso que abre el camino hacia un estado espiritual realmente supra personal que hace a los hombres libres, inmortales, interiormente indestructibles logrando una síntesis de los opuestos en cuanto unificación de los aspectos superiores e inferiores de la naturaleza humana.


Hasta el más audaz de los Kshatriyas tendrá que reconocer que Julius va demasiado lejos pues este autor desemboca en la conclusión más o menos explícita de que el guerrero es superior al Maestro espiritual.


En una carta célebre René Guénon lo coloca en su sitio, calificándolo de “Castrilla en rebeldía”. Es lo que corresponde pues Julius invierte el orden natural de las cosas. Pero a su vez Guenón si bien pretende lo justo en cuanto a la superioridad del Maestro sobre el guerrero no siempre tiene en claro el sentido y lugar de cada cosa. Tanto el brahmin como el kshatriya son indispensables tanto en el orden espiritual como en el social y, lo que nunca se ha subrayado, existe en esto una predestinación para cada ser, en cuanto a ocupar el orden que naturalmente le corresponde en el desarrollo de la existencia temporal.


Para aclarar lo anterior es necesario precisar la noción de Dharma. A esta palabra se puede traducir como “deber” o “ley moral” pero es mucho más que eso. En rigor es el conjunto de “medios correctos y eficaces, necesarios y trascendentes para alcanzar el bien y evitar el mal”. Es obvio que el Dharma del brahmin es muy distinto del que corresponde a un castrilla. Y la vida enseña que si uno de ellos intenta seguir el Dharma del otro cae en el adharma, que es el error, el desvío respecto de lo correcto tanto en lo espiritual como en lo ético.


En “Metafísica de la Guerra”, Julius vuelve a insistir en el culto del héroe que “muerto gana el cielo y vencedor conquista la tierra”. Creo que Julius nunca comprendió el real valor de la Caballería tradicional como abnegación y servicio con olvido de sí mismo y de la propia vida. Esto unido a la búsqueda del Santo Grial es lo esencial de la Caballería Espiritual. Es por ello que está reservada a hombres y mujeres dignos y elevados, dado que no debemos olvidar que desde comienzos de la Edad Media existieron Caballeras, aún cuando hoy, al Iniciarlas se les da el título de Amazonas Blancas en la Orden del Temple, y Damas en otras organizaciones u órdenes.


Incluso existieron Órdenes de Caballería para las mujeres, como era la Orden de las Caballeras del Hacha, en Tortosa, quienes llevaban como emblema un hacha roja sobre el pecho. Ellas impidieron heroicamente en 1.149 que los moros tomaran su ciudad. Otra Orden femenina fue la de las Caballeras de la Cordeliére, quienes usaban como distintivo un cordón de siete nudos.

 

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