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La Leyenda del Graal (IV)
Publicaciones Orden del Temple - Temas sobre el Temple y el Medioevo

Galahad en mesa redonda sg. XIV

 

La Orden del Temple y las tres mesas del Grial


“Aquel que logre convertir la forma de la Mesa Redonda de Merlín en la Mesa Cuadrada de José de Arimatea, por medio de la forma desconocida de la Mesa de la Santa Cena, habrá hallado la solución de un problema considerado irresoluble”, como ya hemos dicho anteriormente.


Este rompecabezas cabalístico de los Compañeros constructores, refleja la orientación del Grial de Wolfram y sus inspirados Templarios. En ella tienen cabida tanto el paganismo céltico cristianizado, representado por la Tabla Redonda de Merlín, como el cristianismo occidental cisterciense figurado en la Tabla Cuadrada de José de Arimatea y las fuentes orientales hebreo-musulmanas, simbolizada por la conocida Tabla de la Santa Cena.


El Grial es una “piedra celeste” traída por ángeles para ser custodiadas por cristianos puros, tal como la piedra celeste de la Kaaba, traída por un arcángel para ser custodiada por musulmanes puros. Para mayor declaración del mestizaje de la leyenda, el héroe cristiano Parzival, que llegará a ser rey del Grial, tiene un hermanastro musulmán: Feirefiz, que también participa en la búsqueda con los cristianos y será padre del Preste Juan, enigmático rey del mundo, quien guardará el Grial en su reino cuando aquel sea apartado de la humanidad por sus pecados. Antes, mientras permanezca en su Templo octogonal de España, estará custodiado por la Orden del Grial, compuesta por Caballeros Templarios.


En resumen, Wolfram nos ofrece una imagen del Temple como Orden del Grial, que viene investida de Autoridad por los mismos cielos, con capacidad para escoger sus miembros según designación Divina entre quienes les convenga, sin atender a clase social, raza, sexo o edad y a quienes ofrece una protección total espiritual y física. Como Custodios que son de un simbolismo sagrado fundamental y objeto de poder, residen en un castillo-convento inexpugnable y cuyas iglesias adoptan la curiosa forma radiante del octógono, la misma del santuario de la Roca. Ellos pretenden imponer como autoridad moral y espiritual que el Grial les concede, su particular Imperio Universal y es algo que llama la atención, la situación privilegiada, inviolable y soberana, que los Papas, reyes, nobles y pueblos le aseguran a la Orden del Temple dentro del concierto cristiano, que solo puede mantenerse durante dos siglos, frente a intereses tan diversos porque la evidencia tenía una fuerza compulsiva: El Temple no solo pretendió ser, sino que fue a ojos de todos, la mesnada particular de Dios. Ellos estaban por encima del mundo al haber recibido su Autoridad no de los hombres, sino de Dios. Para San Bernardo, el Temple es la Milicia de Dios y sus miembros ministros de Cristo y los asimila a los elegidos del Apocalipsis: “Al que nos ha hecho reyes y sacerdotes de Dios, Su Padre, a Él sea la Gloria”.


Para San Bernardo, la residencia real de la Militia Dei no estaba en este mundo, sino en el Templo de la Jerusalén espiritual, pero los hechos recíprocos entre reyes y Papado, hacían que la institución colocada entre ellos, debía ser algo más que eso y sus funciones guerreras eran para la Orden el aspecto externo y el símbolo de la verdadera guerra santa, cuyo fin es la paz en todos los órdenes, pero primero en el espiritual.


El Imperio era, con el sacerdocio, uno de los dos aspectos de la lugartenencia que el Rey del cielo confiere al ser humano. No se trata de una fórmula política, sino de la manifestación del mito cristiano de la Autoridad del Nazareno bajo el aspecto de la realeza. Es el misterio Crístico en su extensión temporal, pues el aspecto de realeza está relacionado con la segunda venida, como el Imperio lo está en la Jerusalén celeste.


El Imperio del Grial, ese Sacro Imperio esperado para el Grial de este ciclo humano, cuando el Emperador volverá al frente del pueblo universal de los elegidos y hunde sus raíces en un fondo tradicional y más directamente en el de origen abrahamánico, en cuya fuente encontramos al sacerdote por excelencia: Melquisedec, padre de las tres religiones monoteístas y los Templarios, no fueron sino una expresión de la propia Orden de Melquisedec. En ésta perspectiva simbólica, lo que Abraham se lleva consigo al salir de Caldea no es esencialmente distinto de lo que los druídas habían de confiar mas tarde al cristianismo céltico antes de desaparecer el secreto de la tradición pura de la humanidad primigenia que Melquisedec había de confirmarle.

Por eso es legítimo admitir la validez de sus tres genealogías, céltica, cristiana y oriental judeo-islámica. De ahí que el Temple no solo tolerase, sino que protegiese todas las formas de piedad y tradiciones particulares allí donde se implantó.

 

(continuará)

 

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