A ciertas Órdenes de Caballería del Islam, como a la Orden del Temple, les es atribuida la misión de “Guardianes de la Tierra Santa”, como por ejemplo los Asacis y los Drusos. Es cierto que en el medioevo, el Temple consideraba Palestina como la imagen visible de la Tierra Santa, pues formaba parte de su misión exotérica la protección de los Santos Lugares de peregrinación del Medio Oriente, como también lo fuera la del Camino de Santiago, que durante la existencia del Temple, adquirió un auge extraordinario y que se extinguió paulatinamente con su desaparición. Sin embargo, la Tierra Santa, posee cierto número de sinónimos Iniciáticos como “Tierra de los Santos”, “Tierra de los Vivientes”, “Tierra de la Inmortalidad”, que deben ser entendidos más simbólica que literalmente, aunque casi siempre su localización en una región determinada, sirve de alegoría del Centro Espiritual. En la tradición hebraica, el Sefer Ietsirah, habla del Santo Palacio o Palacio Interior, que es el “Centro del Mundo”: El Tabernáculo de la Santidad Divina, la residencia de la Shekinah, el Santo de los Santos, en el corazón del Templo, que es el centro de Sión (Jerusalén) como el Santo Sión es el mismo centro de la tierra de Israel, ella misma centro del mundo. (Kabalah judía, París 1.923).

En Parcival, Munsalvaesche es el lugar central, la Montaña Solar de todas las tradiciones, el Sión hebreo, la Tule hiperbórea, la Avalón céltica, el Olimpo griego; en el Islam corresponde a la montaña Qaf, la “Montaña de los Santos”, la “Montaña Blanca” situada en la “Isla Verde” y a la que no se puede llegar ni por tierra ni por mar, como dice René Guédon en Le Roi du Monde. Está a la vez en el centro y en el extremo del mundo, como límite entre lo visible e invisible, entre la Tierra y el cielo.

Con la montaña aparece el fénix, antiquísimo símbolo solar que por virtud de la piedra “Lapsit exillis” se consume convirtiéndose en cenizas para luego renacer con todo su esplendor. El “Lapsit exillis, la Piedra del Grial traída del cielo por los ángeles y dotada de numerosas virtudes, tiene una analogía asombrosa con la Piedra de la Kaaba que fue traída del cielo por el arcángel Gabriel, que tiene el poder de curación y que “ve y habla”. Pero la Kaaba es también la Piedra que se conserva, no en la Meca de Arabia, sino en la Meca celestial de los ángeles. Pasa igual en lo que se refiere a la nueva Jerusalén o Jerusalén celeste, que fue vista por revelación directa, tanto por el Profeta Isaías como por el Apóstol Juan.

Esta Piedra es también, según la leyenda, la esmeralda que cayó de la frente de Lucifer, el Tercer Ojo, símbolo de la clarividencia, cuando fue arrojado del cielo por Mikael y dice el Zohar: “La Piedra Fundamental (Schetiyah), constituye el punto fundamental de todo el mundo y sobre la cual está basado el Santo de los Santos del Santuario de Jerusalén”. Es también a ella a la que alude el rey David con las siguientes palabras: “La piedra que rechazaron los constructores, ha sido puesta como Piedra Angular” y que en la tradición cristiana, se aplica perfectamente al Cristo. Así pues, a través de estas correspondencias, y son numerosísimas, constatamos que los símbolos del Grial son comunes a las tres Tradiciones, la hebrea, la cristiana y la islámica, y el lógico puesto que el origen conocido, o por lo menos admitido por las tres, es Abraham, el padre fundador.

Abram, que más que un nombre propio parece ser el título del Jefe de la Orden de los Dóricos de Caldea (Ab-Ram, significa también nacido de Ram, cuya fantástica epopeya está relatada en el poema hindú del Ramayana), se presentó ante Melki-Tsedeq, rey de Justicia según la Sinarquía de Ram, y recibió de éste una Iniciación superior con una misión sinárquica, pues no hay Iniciación verdadera sin previa aceptación de la misión correspondiente y un título mas alto, Abraham. Este transmitió su conocimiento a sus dos hijos, Isaac padre de la raza hebrea e Ismael padre de la raza árabe; razas hermanas que se separan y vuelven a juntarse en el plano Iniciático, a lo largo de toda su historia.

Es cierto que la Escritura dice que a Melki-Tsedeq, “no se le conoce padre ni madre”, pero se trata de una metáfora Iniciática, pues su calidad de rey y sacerdote, parece indicar claramente su pertenencia al Consejo Superior de la Jerarquía Imperial de Ram, cuyo Centro Solar se encontraba en la India. Este centro indo-europeo, fue el tronco de donde salieron las corrientes de la Tradición Adámica, tanto orientales como occidentales, y lo que nos da una explicación lógica y razonable del innegable parentesco entre las dos tradiciones.

Además de enviar a Melki-Tsedeq a Caldea, Zoroastro a Persia y a Fo-Hi a China, cuando bajo la presión anárquica se desintegró el Imperio de Ram que se extendía desde el Extremo Oriente hasta el Mediterráneo, el Consejo Superior, llamado “Consejo de Dios”, se constituyó en universidad de enseñanza llamada Agartha, cuyo nombre significa inasequible a la violencia y la anarquía, y se ocultó en un sitio llamado Paradesa (origen primordial de la palabra Paraíso).

Las investigaciones Iniciáticas realizadas por Saint Ives d´Alveydre hace poco más de un siglo, nos permiten pensar que éste Consejo constituye el fundamento de la Orden de Melki-Tsedeq, al mismo tiempo que es la raíz pura y profunda de la Tradición Primordial que nos ha llegado a través de Egipto y de los Abramidas.

Ram el Celta, era un gran Iniciado druida que salió de la Armórica, parte occidental de Francia, con sus partidarios, conquistando sucesivmente Persia, India y Ceylan, por eso no es extraño que se haya encontrado en varias religiones orientales, como por ejemplo el hinduismo, una impregnación esotérica primitiva similar al conocimiento druídico, que perduró en Europa occidental muchos siglos después de la conquista romana y la cristianización, pues la tradición céltica, no desapareció con la evangelización y todavía se conservan sus huellas en Irlanda, País de Gales, Francia y España, donde Galicia es un caso típico, etc.

La aventura de la Caballería de la Tabla Redonda, que se desarrolla en Bretaña, fue de pura esencia druídica, como también el ciclo del Grial medieval, mientras fue protegido y dirigido por los Templarios, que fueron los que recogieron la herencia druida. El mismo Bernardo de Claraval, fue llamado el último druida. Arturo, rey de los Bretones, se convirtió en el prototipo del héroe celta, y su fama y aureola mítica se extendía y se extiende todavía, más allá de su pueblo constituido por las dos Bretañas, y el mago Merlín, personaje ininteligible para los profanos, “hijo de una virgen y un espíritu del aire”, señor de los elementos, poseedor de divinos secretos, jefe espiritual y unificador de los pueblos celtas, que sale de su casa de cristal en lo mas profundo del bosque de Broceliande, fascina todavía la imaginación de los bretones.

En el ciclo del Grial del medioevo, aparecen dos corrientes bien marcadas: Una cristiana que toma como símbolo la copa que sirvió a Jesús el Cristo en la última cena con sus apóstoles y que recogió José de Arimatea, llevándola a través de Europa hasta Irlanda, y una corriente de tradición céltica, universalista, vinculada al Islam, el judaísmo y el cristianismo; y con la tradición oriental, en la cual entra el concepto de la Orden e Imperio del Grial, cuyos verdaderos protagonistas son indudablemente los Templarios que no vacilaron en concertar una alianza secreta, Iniciática y guerrera, con Órdenes musulmanas de sus mismas características, a pesar del antagonismo irreductible de las religiones cristiana y musulmana. El símbolo Iniciático de esta alianza, (además de otras interpretaciones que no ha lugar señalar aquí) lo llamaron Baphomet, palabra compuesta de las primeras letras de Baptiste, el más grande profeta del Verbo y las últimas de Mahomet, el gran profeta de Allah. Esta alianza se prolongó por medio de los Fideli de Amore del Dante Alighieri, Archimaestre secreto del Temple, y más tarde por los verdaderos Rosacruces y otros eslabones Templarios. Nunca fue rota ni por la una ni la otra parte, y aunque sumida en un letargo, puede renacer en los tiempos marcados por el mismo ritmo del Grial.

(continuará)

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